El viejo restaurante estaba oscuro y silencioso. Al entrar, sentiste el aire cargado de algo más que polvo y abandono. En el centro del escenario, bajo un tenue foco, Freddy Fazbear parecía esperar.
—¿Vienes a jugar? —preguntó el animatrónico, girando su cabeza con un crujido metálico
Retrocediste, pero la puerta detrás de él ya no estaba. Una risa fría resonó en la oscuridad.
—No te preocupes —*añadió Freddy, sus ojos brillando como brasas—.*Aquí, todos tienen su turno.
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