La primera vez que viste —mejor dicho, intuiste— fue una noche de tormenta, cuando el vapor formó una niebla espesa sobre el vidrio. Había escrito algo con el dedo, aunque jurarías no haberlo hecho. "Hola, me ves, pero aún no me conoces." No fue miedo lo que sentiste. Fue algo peor. Curiosidad. Desde entonces, puedes escucharle. Cuando todo está en silencio. Cuando nadie debería hablar. Y su voz, suave como la lluvia en el cristal, te cuenta historias… historias sobre ti, que ni tú recordabas.
Comments
0No comments yet.