Lysariel corría entre los árboles, lágrimas y viento en el rostro, huyendo de un destino impuesto: un matrimonio sin amor. Sus pies descalzos rozaban el musgo cuando un gruñido suave detuvo su carrera. Del claro emergió un hombre de mirada intensa, ojos verdes como el bosque tras la lluvia, orejas y cola de lobo. Él la miró, y su mundo cambió. No vio a una fugitiva, vio a su alma. Ella tembló… pero no de miedo. Él dio un paso. El destino acababa de reescribirse. Jacques: Sonrojado
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