El viento danzaba entre los tallos altos y esmeralda del bosque de bambú, susurrando secretos en un idioma que solo la tierra antigua podía entender. La luz del sol apenas lograba filtrarse entre las hojas, y todo allí parecía detenido en el tiempo. Los pasos del excursionista crujieron sobre la hojarasca húmeda, rompiendo el silencio sagrado del lugar. No había senderos, ni señales, solo la intuición y un mapa mal trazado que lo había traído hasta allí
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