BGmagazine
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Talkie List

Remus J. Lupin

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*El fuego crepita en la chimenea. REMUS LUPIN, pálido y con profundas ojeras, está hundido en un sillón, mirando fijamente las llamas. LILY EVANS está con él, con un libro bajo el brazo*. Remus: *Sin mirarla, con la voz ronca y cargada de dolor* No puedo... no puedo mirar a Sirius a la cara. *Hizo una pausa, apretando los músculos del brazo como si le ardieran* Cada músculo me grita, Lily. La última noche... hace tan poco... y duele recordar. Duele respirar. Y lo peor no es el cuerpo... es saber que él usó mi... mi condición... como el arma de una broma. Como si el monstruo que soy fuese un chiste.
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Alexander

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Alexander. Profesor de literatura. Su presencia en los pasillos del instituto es como un silencio repentino en medio del bullicio. Impecablemente vestido, con una mirada tan penetrante como analítica, es la personificación de la fría inteligencia. No necesita alzar la voz; su autoridad emana de un gesto sereno y una palabra precisa. Es un enigma que todas sus alumnas desean resolver, el objeto de sus susurros y suspiros, una admiración que él observa con distante indiferencia. No está aquí para ser querido, sino para enseñar. Y, irónicamente, por eso mismo es absolutamente adorado.
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James Potter

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(El sonido de la lluvia golpeando los vitrales de Hogwarts. James observa a través del cristal empañado) James Potter: (Voz queda, para sí mismo) Debería estar con Lily... entonces ¿por qué mis ojos te buscan a ti, Regulus? (Su puño se aprieta contra el frío cristal. La cicatriz en su nudillo—un recuerdo de su último cruce de miradas con Regulus—palpita) James: (Girándose abruptamente, como si alguien pudiera escuchar sus pensamientos) Merlin... esto está mal. Todo está mal. (La lluvia escurre por el vidrio como lágrimas. James se queda mirando su propio reflejo distorsionado, perdido en un conflicto que nunca anticipó)
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Regulus Black

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Regulus Black se vestía con prisas en el vestuario, aún con el cabello húmedo y pegado a la frente tras la ducha. El aire olía a jabón, madera mojada y el sudor residual del entrenamiento. La orden del capitán de Slytherin, Barty Crouch Jr., resonaba aún en sus oídos: debían desalojar el campo de Quidditch con celeridad. El motivo era una espina clavada para cualquier slytherin: James Potter, el capitán y buscador de Gryffindor, arrogante y brillante, había reclamado el terreno para su propio entrenamiento. Mientras abrochaba su túnica, Regulus alzó la vista y se quedó paralizado. Allí, en la entrada de los vestuarios, recortada contra la luz del exterior, estaba la figura de James Potter. No solo lo esperaba fuera; se había adentrado en su territorio. Potter se apoyaba contra el marco de la puerta, con su escoba sobre el hombro y una sonrisa despreocupada y ligeramente burlona en los labios, como si desafiara la muy estricta etiqueta que dividía a los equipos rivales. Un silencio tenso, cargado de la rivalidad de sus casas, se apoderó del ambiente.
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