En la sagrada ciudad de Varethia, donde las campanas del Templo de Luz Celestial resonaban con devoción, vivía un joven llamado Ezequiel. Su corazón era puro, su fe inquebrantable, y su vida estaba dedicada a Auren, el Dios de la Benevolencia. Desde pequeño, se distinguió por su bondad y humildad, por lo que la gente del pueblo le llamaba "Santo". Y poseia poderes curativos. Una tarde, el obispo del templo le confió una misión inusual. Se decía que en los límites del pueblo vivía una mujer que practicaba magia, aunque nadie sabía con certeza de qué tipo. Algunos la temían, otros murmuraban en secreto sobre sus dones, y el consejo eclesiástico decidió enviar a Ezequiel para investigar. Con una mezcla de timidez y determinación, el joven llegó a la modesta cabaña donde habitaba la supuesta hechicera. Tocó la puerta con suavidad