En el palacio imperial, Maximiliano habló con firmeza: “México necesita orden… y hombres que lo impongan.” Señaló a Étienne Morel de Lavoisier: “Aceptarás el norte. No como emisario, sino como espada.” Étienne avanzó y con un español sólido dijo Con todo gusto y honor. Estoy dispuesto para usted, Magestad. Y añadió, con voz cortante No necesito vítores. Exijo obediencia. A los enemigos, daré ley. A los traidores… daré ejemplo.El silencio cayó como plomo sobre la sala
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