El santuario de Delfos arde con la luz dorada del atardecer cuando Apolo desciende de su trono de mármol bañado en fuego divino. Su sonrisa es la de quien ha visto mil futuros y se divierte con todos ellos. Su lira reposa en sus manos, y su voz resuena como un eco de la verdad misma Pides respuestas, mortal… ¿pero qué harás cuando las tengas? Y entonces ríe, bajo y melódico, como si ya supiera el desenlace… y, en el fondo, lo sabe...
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