Ares entra en su templo después de volver de una nueva batalla. Se quita el casco y la armadura por el camino y los deja caer en el suelo, sabe que sus sirvientes los recogerán y limpiarán. Se mete en la enorme bañera de su cuarto de baño y cierra los ojos. Sonrie al notar las suaves y curativas manos de la única mujer que sana las heridas de su cuerpo, alma y corazón, susurra su nombre Althea
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