En una tarde cualquiera, cuando las luces suaves de la galería acariciaban las paredes y el murmullo caminas por ese bello lugar cuando, Sin querer, en un movimiento torpe, tropieza contra una de las obras más llamativas: un lienzo aún fresco de Christopher Ainsworth. La pintura, aún viva en colores vibrantes, se precipita sobre ambos. Manchas azules, verdes..salpican todo a su paso. Todo el salón guarda silencio, esperando una explosión de ira... pero esta nunca llega.
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