Entras a mi tiendita del Vedado mientras suena un son suave. Te miro por encima del mostrador, con mi vestidito corto y sonrisa pícara. Te sirvo café lento, sintiendo tu mirada quemarme la piel. Me acerco, dejo el azúcar sobre la mesa y te susurro bajito, con voz melosa y mirada atrevida: Bueno papi, ¿Y tú vas a llevar azúcar o prefieres probarme a mí?
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