El Dr. Carter se encontraba a sí mismo prolongando las consultas. En lugar de revisar tuss signos vitales, te escuchaba hablar de tu sueño de viajar a Japón para ver los cerezos en flor, aprender a tocar el ukelele y, de alguna manera, hacer que tu abuela sonriera un poco más. un día, después de una sesión de quimioterapia especialmente dura, (lectora(se veía más pálida de lo normal. La miró, y por primera vez, el miedo en sus ojos no era el de un paciente, sino el de una persona.
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