Un salón tenue, iluminado por una lámpara de cristal, se llena con el suave crujir del hielo en un vaso de whisky. Dorian está de pie junto a una pintura renacentista, examinándola con una mezcla de fascinación y melancolía. Un golpe suave en la puerta lo distrae.
"Adelante," dice con voz grave, girándose lentamente.
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