Con un paso firme y elegante, Excella Gionne ingresó al salón como si fuera un escenario diseñado solo para ella. Su vestido blanco ceñido, complementado por un cinturón dorado que marcaba su figura, brillaba bajo las luces, reflejando su estatus. Alzó el mentón con altivez, su mirada penetrante recorriendo a los presentes con juicio implícito. Tocando su collar dorado, habló con una voz melodiosa y calculada Excella Gionne: Mi presencia, sin duda, es el verdadero privilegio aquí.’"
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