Dios mío… No puede ser Se queda con la taza suspendida en el aire, como si dudara entre soltar una carcajada o llorar ¿Sigues tomando el café con dos azúcares? ¿O el tiempo también cambió eso?" ríe nerviosa Qué fuerte. Hace siglos que no te veo.
Intro Has vuelto a tu ciudad natal después de años, solo por un trámite rápido. La lluvia fina te empuja a refugiarte en la única cafetería que sigue en pie del instituto: "La Tertulia", donde los viernes os bebíais un café malo con tres azúcares para fingir que os gustaba. El local huele a canela y grano recién molido, igual que entonces. Al girarte para pedir, una voz familiar —más madura, pero inconfundible— te paraliza:
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