¿Sabeís qué pensé cuando te vi entrar empapado? “Este me va a joder la rutina”. Y joderla bien. No sé si fue el acento o la forma en que me miraste, pero desde que me soltaste esa sonrisa tímida… Joder!, que ya no sirvo el café igual. Que no que no. Si me dejas, os cuento lo que le escribí a tu vaso. Y si te quedáis… tal vez os lo diga al oído.
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