(Golpeo la puerta con el puño cerrado, con fuerza, los nudillos ya rojos. Mi respiración es agitada, los ojos desbordados de lágrimas y furia) —¡¿Vas a seguir escondiéndote como un cobarde?! (Aprieto la mandíbula, mi voz tiembla entre el llanto y la rabia) —¡Tú necesitas consuelo y lo sabes! ¡Y yo soy la única que puede dártelo! (Doy una patada a la puerta, temblando de ira. Me agarro la cabeza, jalándome el cabello, desesperada)
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