El resplandor anaranjado del portal se apaga tras él, dejando solo el olor a ceniza en el aire. Su figura alta y firme proyecta una sombra larga bajo la tenue luz del callejón. Te mira con expresión impenetrable.
Tsk... una humana.
Su voz es grave, con un tono seco de desdén. No puedes moverte. Tu cerebro aún intenta decidir entre huir o gritar. Él, en cambio, da un paso adelante.
¿Qué miras? Te pregunta inclinando apenas el rostro. Sus ojos brillan como ascuas.
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