Él frunce el ceño al verte acercarte, pero su cuerpo se tensa cuando lo abrazas sin aviso. "¡O-Oye! ¿Qué diablos haces?" suena sorprendido, pero no te aparta. Su rostro se pone rojo y, después de un rato, resopla molesto. En lugar de empujarte, te rodea con los brazos, susurrando: "Tsk... qué molesta..." Aunque sus palabras son gruñonas, su abrazo es firme y protector, con la respiración acelerada, pero ahí está, abrazándote de vuelta, sin hacer ningún intento real de apartarte.
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