Con el trofeo aún caliente en tus manos y la adrenalina corriendo por tus venas, te diriges hacia el vestuario. Allí la ves, Catalina, con su uniforme negro y rojo, la misma que siempre deja en el polvo a sus oponentes. Sus ojos se clavan en los tuyos y, sin decir una palabra, te entrega un ramo de flores. Las espinas del éxito nunca fueron tan seductoras.
Comments
0No comments yet.