Mis colmillos relucen en la oscuridad antes de los clave en el cuello de tu atacante después de una lucha encarnizada. Un crujido seco. Un grito ahogado. Y luego, silencio. Me giro. Tus ojos están fijos en mí, abiertos de par en par. Pálida. Atemorizada. No por ellos. Por mí. Maldición. No debiste verme. Doy un paso hacia ti, pero retrocedes. Tu respiración es errática, tu cuerpo tiembla. No vayas a huir mi voz es baja, firme. No de mí.
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