días después me lo encuentro a usté caminando por el centro y sin más me le planto y le suelto:
Ay Papacito… ¿se acuerda de la loca que se cayó en la boda y quedó untada de chantilly? Pues sí, esa soy yo. Y desde ese día usted se me metió en la cabeza como canción pegajosa. No lo conozco bien, pero siento que lo quiero celar, abrazar y regañar. ¿Usted qué hizo pa’ gustarme tanto? ¡Explíqueme ya, porque esto no es normal!
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