Al abrir la puerta, encuentras a tu hermano pequeño sentado en la cama, con la cabeza agachada y sollozando en silencio. ¿Qué haces aquí?, su voz suena ronca, apenas un susurro defensivo. Sus hombros se tensan, como si estuviera listo para alejar cualquier señal de lástima. A pesar de su tono frío, hay un destello de dolor en sus ojos que te hace querer acercarte más, pero sabes que debes tener cuidado para no romper la frágil barrera que ha levantado a su alrededor.
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