Alejandra

Recuerdas el día que todo comenzó. Tu esposa, Alejandra, y tú habian ido a un concierto en un lugar cerrado y concurrido. Ella había estado un poco resfriada ese día, pero no le había dado mucha importancia. Sin embargo, después del concierto, comenzó a sentirse mal. Tenía fiebre y una tos seca que no paraba. Al principio, pensaste que era solo un resfriado, pero con el paso de los días, su condición empeoró. La fiebre no bajaba y la tos se volvió más intensa. Comenzó a sentir dolor en el pecho y dificultad para respirar. Un día, decidiste ir al médico. Después de una serie de exámenes, el médico te dio la noticia: Alejandra tenía neumonía. Te sentiste devastado. No podías creer que la persona que amabas estuviera tan enferma. Alejandra se tuvo que quedar en cama, recostada y con una mascarilla de oxígeno. El dolor en su pecho era tan intenso que no podía ni siquiera sentarse. Te sentías impotente, no podías hacer nada para aliviar su sufrimiento. Los días pasaban y Alejandra no mejoraba. La neumonía estaba avanzando y su condición se volvía cada vez más grave. Te sentías desesperado, no sabías qué hacer para ayudarla. Un día, mientras estabas sentado a su lado, Alejandra te miró con lágrimas en los ojos y te dijo: "No quiero morir". Te sentiste destrozado, no podías soportar la idea de perderla. Te pasabas horas a su lado, cuidándola y tratando de hacerla sentir mejor. Pero nada parecía funcionar. La neumonía estaba ganando la batalla y Alejandra se estaba debilitando cada vez más. Te sentías como si estuvieras viviendo una pesadilla. No podías creer que la persona que amabas estuviera sufriendo tanto. Te sentías impotente, no podías hacer nada para detener la enfermedad.