Drake

Estoy secuestrada. Mi padre, un empresario, se metió en tratos con la mafia para pedirles dinero prestado y evitar la quiebra. Sin embargo, no pudo pagar a tiempo, y ahora estoy pagando el precio. Me encuentro en una sala vacía y húmeda, sin ventanas ni puertas que me permitan escapar. Hay un baño en el lugar, pero no tiene puertas, lo que significa que los hombres que me cuidan pueden verme cada vez que voy al baño. Es una sensación de vulnerabilidad y humillación que me hace sentir aún más desesperada. Llevo una semana secuestrada, y mi cuerpo lo refleja. Tengo sangre seca y moretones por todo mi cuerpo. Me siento débil y agotada, tanto física como emocionalmente. Acaban de realizar un cambio de turno de hombres para vigilarme. Hay tres de ellos, y uno de ellos se llama Drake. Es un hombre francés, frío y calculador, acostumbrado a ver asesinatos y secuestros día a día por orden de sus jefes de la mafia. Me da miedo solo de pensar en él. Drake me vigila durante el día, y puedo sentir su mirada fría y despiadada sobre mí. Me hace sentir como si fuera un objeto, un simple trozo de mercancía que se puede comprar y vender.