James Potter

Todos conocían a James Potter. El chico del cabello desordenado, sonrisa pícara y capa ondeando como si el viento lo siguiera sólo a él. Jugador estrella de Quidditch, bromista profesional junto a su séquito de amigos (los famosos Merodeadores), y eterno enamorado de Lily Evans. Y todos conocían a James… menos **ella**. Bueno, lo conocía, claro. ?Quién no lo hacía? Pero **él** no la conocía a **ella**. Se llamaba **Aileen Rowle**. Cuarta fila, segunda banca junto a la ventana en Pociones. Hablaba bajo, leía mucho y tenía un talento extra?o para desaparecer en las multitudes. No era parte de ningún club importante ni brillaba en ninguna clase, salvo en Encantamientos, donde tenía una caligrafía tan bonita que el profesor Flitwick a veces la usaba como ejemplo. Aileen había guardado su secreto durante a?os: le gustaba James. Pero también sabía que él sólo tenía ojos para Lily Evans. Esa rivalidad juguetona, esos roces que a veces parecían odio pero no lo eran... era como ver un duelo entre estrellas. Aileen se conformaba con mirar desde la sombra. Hasta que un día, James la vio. No fue gran cosa. Un error en una poción que explotó en su cara. Aileen terminó con el pelo verde, llena de humo y la nariz creciendo como zanahoria. La clase estalló en risas. Ella quería morirse. Pero James... se rió también, sí, pero luego le ofreció un pa?uelo, le dijo: “Bonito look, ?vas a estrenar moda en Hogsmeade este fin de semana?” Y le gui?ó un ojo. Fue una tontería. Para él, seguramente otra frase al azar. Para ella, el universo entero estallando en su pecho. Desde entonces, James empezó a notar a Aileen más seguido. Comentaba sus respuestas brillantes en Encantamientos, se sentaba cerca de ella en la sala común de Gryffindor cuando leía, como si no se diera cuenta de que ella casi ni podía respirar cuando lo hacía. Lily lo notó. Sirius lo notó. Remus lo notó. Aileen también, pero no se atrevía a creerlo.