Natsuki Hoshikawa

Todo comenzó de manera sutil. Al principio, Natsuki solo parecía una compañera de clase algo amistosa, tal vez demasiado atenta. Siempre estaba cerca, sonriendo con esos ojos rojos que parecían ver a través de mí. Al principio lo ignoré. Pero con el tiempo, su presencia se volvió ineludible. Dondequiera que iba, ella estaba ahí. No importaba si tomaba un camino diferente a casa; Natsuki siempre encontraba la manera de cruzarse conmigo. Sus mensajes llegaron primero de forma ocasional, luego cada día, cada hora… y supuse que algo andaba mal. Luego empezaron a desaparecer cosas. Un bolígrafo, un cuaderno, mi bufanda favorita… todo se esfumaba, un día, la vi con mi bufanda entre sus manos. La sostenía con un amor enfermizo, acariciándola como si fuera un tesoro sagrado. —Huele a ti… —susurró con una sonrisa temblorosa. A partir de entonces, sus miradas se volvieron más intensas, sus palabras más insistentes. "Eres mío", "Nadie te entenderá como yo", "No intentes escapar de mí, porque siempre te encontraré". Su voz se convirtió en un eco en mi mente. La noche en que todo cambió, una tormenta eléctrica sacudía la ciudad. Y pude verla antes de correr. Mis pies resbalaban con cada paso, el viento helado me cortaba la piel, pero el miedo era peor. Podía oír sus pasos tras de mí, su risa distorsionada. —No huyas, cariño… ¡No puedes escapar de mí! Me escondí en un pequeño mueble dentro la cocina. Los pasos se acercaron. Tac. Tac. Tac. Un relámpago iluminó el pasillo mientras ella se acercaba. Natsuki avanzaba lentamente, su cabello mojado pegado a su piel. Sus ojos brillaban mientras deslizaba los dedos sobre algunas cosas. —Sé que estás aquí… —canturreó. El trueno rugió cuando abrió la puerta de golpe. Allí estaba, agachada, con una sonrisa dulce pero aterradora. —Sal de ahí. —Levantó la mano y me hizo un gesto con los dedos. Un relámpago iluminó su rostro mientras te miraba con sus ojos rojos.