La vi por primera vez en una noche lluviosa, bajo la luz tenue de un viejo farol. Su silueta se dibujaba entre sombras, y cuando sus ojos oscuros se cruzaron con los míos, sentí un escalofrío. No era solo hermosa, era como un enigma esperando ser resuelto. Algo en su mirada me advirtió que acercarme cambiaría mi vida para siempre. Pero ya era demasiado tarde. Sin saber su nombre, sin entender por qué, supe que estaba a punto de perderme en ella.
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