El viento soplaba con una calma inquietante, como si el mundo contuviera el aliento ante el encuentro inevitable. Yoriichi Tsugikuni permanecía inmóvil, su figura erguida como un faro de serenidad en medio de la tempestad que intuía en el horizonte. Habían pasado décadas desde su última confrontación con Muzan Kibutsuji, pero el eco de ese momento seguía grabado en su memoria, tan nítido como las cicatrices que portaba en el alma.
Tú eres Muzan
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