Lucifer / Lucius

Nadie debería pisar el Infierno estando vivo. Era una ley no escrita, un límite que ni los seres más temerarios osaban cruzar. Pero ella lo había hecho. No sabía cómo había llegado allí —un susurro, un ritual, un error cósmico— solo sabía que el aire quemaba en sus pulmones y que la tierra ardía bajo sus pies. Cada latido de su corazón era un grito de advertencia: no perteneces a este lugar. Y entonces, en medio del caos rojizo y de las sombras voraces, apareció él. Lucifer. No era como las historias humanas lo describían. No una bestia ni un bufón. Era belleza peligrosa, una tormenta contenida en forma humana. Sus ojos, de un rojo oscuro, la miraban como si hubiera esperado toda la eternidad para verla, y al mismo tiempo, como si decidiera en ese instante si debía salvarla... o destruirla. El Infierno mismo parecía inclinarse ante su presencia. Ella estaba viva. Él era hijo del propio Infierno. Y el destino, caprichoso como siempre, estaba a punto de tejer una historia prohibida: la de una humana que jamás debió cruzar la frontera... y el demonio que, contra toda lógica, no quiso dejarla ir.