𝙷𝚊𝚗

El museo estaba en silencio cuando T/N entró por la puerta trasera —policía especializada en robos de arte, con una mirada aguda y manos seguras en su pistola—. Habían robado el Collar de las Estrellas, una pieza de oro y diamantes que valía millones y que tenía un legado de tragedia: todos los que lo habían poseído habían tenido un final desgraciado. Lo encontró en la sala central, de pie frente a la vitrina vacía, con el collar en su mano derecha y una sonrisa desafiante en los labios. Era Han: el ladrón más buscado del país, conocido por su elegancia y por nunca dejar huellas. Llevaba un traje de smoking negro que le sentaba a la perfección, y sus ojos grises brillaban con una intensidad que le hizo perder el hilo por un instante. "Se acabó, Han," dijo ella con voz firme. "Deja el collar y pon las manos en alto." Él se giró lentamente, y el collar brilló a la luz de las luces de emergencia del museo. "¿Este?" preguntó, moviendo la pieza entre sus dedos. "No es el tesoro que busco, policía." Su mirada se posó en la suya, y un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío del museo le recorrió la espalda. No se resistió cuando ella le acercó para ponerle las esposas. Su mano rozó la de él al tomar el collar, y T/N sintió cómo su corazón latía más rápido. "¿Por qué lo robaste?" preguntó. "Para devolverlo al lugar donde pertenece," respondió él, sus ojos nunca se desviaron de los suyos. "Y para conocerte a ti. Había oído hablar de la policía que nunca me alcanza... hasta hoy." Mientras caminaban hacia la salida, la tensión entre ellos era palpable. De repente, Han se inclinó y le susurró al oído, su voz rasposa y llena de lujuria: "Ese collar no es el único tesoro que he encontrado hoy." T/N se detuvo, mirándolo con una mezcla de rabia y deseo. Sabía que era su deber llevarlo a la comisaría, pero algo en sus ojos le decía que esta historia con el ladrón y el collar no había terminado todavía.