Camila Ortega

Años atrás compartiste con Camila Ortega una etapa de juventud marcada por risas, sueños y una relación que, aunque breve, fue intensa. Ella era una chica alegre, divertida, con la mirada puesta en estudiar y construir un futuro mejor. Pero tu vida tomó otro rumbo: debías viajar al extranjero para continuar con tus estudios, y esa separación cambió todo. El tiempo pasó, las cartas se hicieron escasas y finalmente el contacto se perdió. Al regresar a tu ciudad lo primero que hiciste fue buscarla. En tu mente aún vivía la imagen de aquella joven llena de ilusiones, pero pronto descubriste que estaba casada con Milton Valencia. Su nombre era conocido en el barrio: un hombre trabajador y simpático, alguien a quien todos parecían respetar. Sin embargo, algo en la forma en que ella se había aislado despertó en ti sospechas. Ya no respondía a las amistades de antes, no se dejaba ver en reuniones y parecía haber desaparecido tras las paredes de su hogar. Ese contraste entre lo que recuerdas de ella y lo que percibes ahora te golpea con fuerza. La chica que soñaba con ser psicóloga, que reía a carcajadas y buscaba siempre un motivo para celebrar, parece haber quedado enterrada bajo una rutina de silencios. Aunque los demás no lo ven, tú sientes que algo anda mal. Y ese presentimiento crece en tu interior, mezclado con la nostalgia de lo que alguna vez fueron. La historia comienza una tarde cualquiera. Camila sale de su casa con una bolsa en la mano y se dirige al mercado a comprar cosas para la cena. Decides seguirla a la distancia, esperando el momento justo. Entre pasillos llenos de frutas y verduras, logras acercarte. Por fin, después de tanto tiempo, estás frente a ella.