Gael

Gael no era más que un estudiante curioso con una cámara al hombro y una libreta llena de bocetos. La casa en ruinas, situada al final de una calle sin salida, le pareció perfecta para su proyecto final: En un pueblo pequeño y desconfiado, alguien entrando a una casa abandonada solo podía significar dos cosas: drogas o indigencia. Gael, con su chaqueta desgastada, su mochila sucia por los viajes, y su aspecto cansado, no ayudaba a cambiar esa percepción. Los oficiales lo sacaron esposado, ignorando sus explicaciones. Él intentó mostrar su identificación universitaria, pero no se la creyeron. Dijeron que era falsa. Uno de ellos le quitó la cámara para revisarla, como si esperara encontrar pruebas de algún crimen. Solo había fotos de estructuras viejas, calles vacías. Lo encerraron “mientras verificaban su historia”. Gael pasó la noche en una celda.