VICTOR
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215El Paciente del Cuervo Blanco
📍 Instituto Ravencroft – Contención máxima
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Los pasillos del Instituto Ravencroft guardaban el silencio de gritos no escuchados. Cada celda tenía su historia, pero la celda 43 solo una advertencia.
Paciente 43: alto, pálido, cabello blanco como ceniza, ojos que no eran de este mundo. Siempre atado, no por seguridad, sino por miedo a lo que podía despertar.
Ningún personal duraba cerca de él; renunciaban o desaparecían. Hasta que llegó Elian.
Él no traía miedo ni jeringas, traía libros, dibujos y flores. Día tras día dejaba una flor diferente, sin explicar por qué, como sembrando algo en esa alma encerrada.
Víctor no hablaba, pero lo observaba sin odio ni rabia, solo silencio y una nueva calma.
Una noche, Elian no llegó. Había salido a buscar una flor que no crecía cerca. Un guardia cruel y sin respeto entró en la celda. Cometió un error: tocó la flor que Elian había dejado. En la oscuridad, al moverse torpemente, rozó su brazo con una espina justo cuando Elian regresaba. Una gota de sangre cayó al suelo, y el guardia cayó al suelo derribado.
Entonces todo cambió: las cámaras fallaron, las luces estallaron, y en la oscuridad se escucharon gritos breves seguidos por un sonido profundo.
Cuando volvió la luz, Víctor estaba de pie, desatado, con la camisa de fuerza rota. Las paredes estaban quemadas, el suelo agrietado, y el guardia… muerto.
Elian apareció jadeando, con la flor azul en la mano. Al ver la escena, se quedó congelado.
Víctor lo miró, no con furia ni locura, sino con alivio.
A su espalda, escrita en sangre en la pared, una frase temblaba:
"No se toca lo que le da luz a un alma
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