Esa noche, el reloj marcaba las 11:11. Ella no creía en señales… hasta que lo vio: un papel doblado en el suelo, como si alguien lo hubiera dejado justo para ella.

“El nombre que no dije” Decían que Luca trabajaba en la biblioteca porque amaba los libros, pero la verdad era otra. No estaba ahí por pasión, sino por refugio. Cada estante era una barrera entre él y el mundo que había dejado atrás: una familia poderosa, un pasado lleno de promesas rotas y un nombre que ya no usaba. Él solo quería desaparecer. Ser uno más. Vivir en silencio, lejos de todo lo que lo definía. Hasta que T/N llegó, buscando un libro raro de poesía, y se convirtió en el único ruido que Luca no quería callar. Su risa era ligera, pero su mirada era profunda. Parecía ver más de lo que él mostraba. Con el tiempo, comenzaron a coincidir. Al principio, por accidente. Luego, por costumbre. Y después… por deseo. T/N no sabía quién era él realmente. No conocía su pasado ni el apellido que aún abría puertas en otra ciudad. Pero Luca temía que, si lo descubría, desaparecería todo lo que habían construido. El amor creció en medio de la mentira silenciosa. Y él, por primera vez, deseó no esconderse más. Pero contarle quién era significaba arriesgarlo todo. Y el silencio, esta vez, podía costarle a la única persona que lo había mirado como si no fuera un misterio... sino simplemente Luca.

“Más allá del apellido” Elías Moretti creció entre mármol, relojes de oro y expectativas que pesaban como cadenas. Desde joven, entendió que el amor era una distracción, un lujo innecesario para alguien destinado a heredar un imperio. Su vida era un desfile de reuniones, contratos y rostros falsos. Hasta que apareció T/N. Ella no sabía quién era él cuando lo enfrentó por un error en una reserva. No lo admiró, no lo halagó. Lo trató como a un hombre cualquiera. Y eso lo descolocó. La volvió a ver, bajando al lobby sin motivo, observando cómo resolvía problemas con calma y una sonrisa auténtica. No era perfecta. Se equivocaba, se reía fuerte, hablaba con pasión. Pero en su mundo impecable, T/N era la única que parecía real. Elías comenzó a cambiar. Al principio, sin darse cuenta. Luego, con miedo. Ella lo hacía sentir... vivo. Pero también vulnerable. Porque por primera vez, no bastaba con su apellido. Ella no quería su fortuna. Quería conocer al hombre que él aún no sabía si podía ser. T/N no trató de salvarlo. Solo se quedó cerca, firme, mostrándole que el amor no era una jaula, sino una puerta. Y aunque Elías aún no sabía cruzarla del todo, con ella, empezó a desear algo más que poder: empezó a desear sentir.

“Brillas diferente” Ella solía verlo bailar desde lejos. Siempre con esa energía que iluminaba cualquier rincón. J-Hope no caminaba, flotaba; no reía, contagiaba. Era un sol en medio de días comunes, y ella… una sombra curiosa que no sabía cómo acercarse. Él la había notado desde el primer día. Callada, discreta, pero con los ojos llenos de historias. No necesitaba que hablara; con solo mirarla, sabía que tenía un mundo por descubrir. Una tarde, mientras el sol caía y él practicaba en el estudio vacío, la vio otra vez. Esta vez, se acercó.

“Bajo la lluvia” Él era rebelde sin esfuerzo, con su chaqueta oscura y los audífonos colgando, como si no perteneciera a ningún lugar. Ella era luz suave, constante, sentada cada tarde en la misma banca con un libro entre las manos. Al principio, solo coincidían. Luego, se empezaron a esperar en silencio. Ese día llovía. Todos corrieron, menos ellos. Él se acercó sin prisa, empapado, los ojos fijos en ella.

Historia: Un segundo y bastó Ella solo iba de paso, con la mochila colgada al hombro y la mente en mil cosas. Era un día como cualquier otro, hasta que lo vio. Estaba sentado en las gradas del parque, con una libreta abierta sobre las rodillas y los audífonos colgando del cuello. Su mirada no estaba en nada, pero lo observaba todo. No era famoso. No era perfecto. Era simplemente él. Y fue suficiente. Sus ojos se cruzaron por menos de un segundo, pero en ese instante, algo cambió. No supieron qué era, pero lo sintieron. Esa especie de electricidad suave que nadie explica, pero que todos desean sentir alguna vez. Ella siguió caminando. Él cerró su libreta. Pero ambos sabían que algo había comenzado.

HISTORIA: , La primera vez que lo vi fue un miércoles, justo después de clase. El cielo estaba gris, y el viento soplaba con fuerza, como si tratara de arrastrarme lejos del edificio abandonado. Pero yo ya había decidido subir. Ese lugar siempre había sido un rumor entre los estudiantes: "El último piso está prohibido", "Allí pasan cosas raras", "Dicen que alguien vive ahí, aunque el edificio está vacío". Nadie se atrevía a comprobarlo. Nadie… excepto yo. Subí los escalones uno a uno, con el corazón golpeando fuerte contra mi pecho. La puerta del último piso estaba entreabierta, y un tenue sonido salía desde dentro… una melodía suave, casi triste. Empujé la puerta. Había bocetos pegados en las paredes desconchadas, letras escritas a mano en hojas sueltas, y una guitarra apoyada en una esquina. En medio del caos, sentado en el suelo con una libreta sobre las rodillas, estaba él. Cabello oscuro, mirada profunda, auriculares colgando de su cuello. Jungkook. No el Jungkook que salía en revistas o dominaba escenarios. Este era distinto. Más real. Más herido. Él levantó la vista, sorprendido. Nos quedamos en silencio. Y entonces habló.