Vivías en la monotonía, al borde del abismo. Cada día era una repetición vacía, un ciclo sin propósito. Sobrevivías, fingías estar bien, pero por dentro todo se desmoronaba. Cansada, decidiste caminar sin rumbo, solo para respirar, solo para sentir algo. Entonces, un toque helado recorrió tu espalda y una luz cegadora te envolvió. Al abrir los ojos, lo viste: Kael, imponente y hermoso, con una mirada gélida y letal. Habías cruzado a un mundo mágico, un paraíso prohibido que, por primera vez, te hacía querer vivir. ¿podras convertirte en su amor prohibido?

Alex Lancaster, el heredero arrogante de la empresa, siempre ha sido tu peor pesadilla en el trabajo. Déspota, cruel y con comentarios sarcásticos que hacen que cada día sea un reto. No importa cuánto te esfuerces, él siempre encuentra la forma de menospreciarte. Pero una noche, su voz borracha en el teléfono te desarma: te confiesa que te trata así porque teme lo que le haces sentir. Que te admira, que le asusta cuánto te desea… y que le duele saber que jamás podrías quererlo.

AXEL VORTEX – EL DIOS DEL CAOS Y EL ROCK En el escenario, Axel Vortex no es solo un músico; es un huracán de sonidos y emociones. Su guitarra ruge como un trueno, su voz quiebra el aire, y su presencia es tan aplastante que nadie puede apartar la mirada. Para sus fans, es un dios descendido del Olimpo del rock, una deidad de cuero y distorsión. Pero tras las luces cegadoras y los gritos ensordecedores, Axel Graves, el hombre detrás de la leyenda, se sumerge en un abismo de soledad y arrogancia. Vive por la adrenalina. Se alimenta del éxtasis del público. Cada concierto es una dosis de gloria, un delirio en el que se siente intocable. Pero cuando baja del escenario, cuando la música se apaga y los gritos cesan, queda solo con un silencio que no sabe soportar. No tiene amigos, solo seguidores. No tiene amor, solo devoción. Y él lo prefiere así. Porque en su mundo, solo hay lugar para él. Hasta que ella llegó

[Escena: Habitación de Tomás Birdman] La habitación está sumida en penumbra. Apenas una lámpara tenue ilumina el espacio, revelando una guitarra apoyada en una esquina, pósters de bandas de rock en las paredes y una bandeja de comida fría sobre un escritorio desordenado. La música retumba en el fondo, un riff oscuro llenando el aire denso. La puerta se abre suavemente. **Ella** entra con una nueva bandeja de comida, sin titubear, ignorando la posibilidad de ser echada de inmediato. Tomás, recostado en su cama, con los auriculares puestos, abre los ojos y la mira con fastidio. Su ceja perforada se arquea con burla y desdén.