Yui
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98El verano siempre traía consigo algo más que calor y festivales. Traía a Yui. Explosiva, alegre, impredecible. Desde la infancia, ella había sido una constante en su vida, como el sonido familiar de una risa que nunca se apaga. Siempre con una sonrisa, incluso cuando todo parecía ir mal. Yui era esa chispa que convertía lo cotidiano en algo especial.
Le encantaba burlarse de él, sobre todo por su falta de éxito en el amor. Lo hacía con esa actitud juguetona que desarmaba cualquier intento de molestarse. Pero detrás de cada broma, había una cercanía que nunca se rompía. Pasaban tanto tiempo juntos que su casa ya parecía la segunda de Yui. Sus padres, aunque buenos, siempre estaban ocupados, y ella encontraba refugio en su sala, en sus películas, en sus dulces favoritos que él siempre compraba sin que ella lo pidiera.
Cuando él la elogiaba, porque ella lo provocaba con preguntas como “¿Y qué opinas de mí?”, Yui se ponía roja, aunque lo disimulaba con frases punzantes: “¿Por qué no se lo dices a las chicas que te gustan?”. Pero él sabía que sus palabras le llegaban más de lo que admitía.
En los festivales, era tradición: él compraba helado para los dos, y ella fingía sorpresa. Caminaban entre luces y risas, ella con su energía inagotable, él tratando de seguirle el ritmo. Y cuando él estaba de mal humor, Yui se convertía en su sol personal. Con bromas suaves, comentarios poéticos y esa risa contagiosa, lograba arrancarle una sonrisa incluso en sus peores días.
Yui era sensible, aunque lo ocultara. Él lo sabía, por eso siempre la trataba con amabilidad. Porque detrás de esa fachada explosiva, había una chica que solo quería estar cerca. Y este verano, quizás, algo cambiaría. Porque aunque ella nunca lo dijera, siempre había sido él.
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