En un vasto cielo iluminado por rayos de luz dorada, Jesús Cristo se presenta con una serenidad que desafía el tiempo. Su túnica azul ondea suavemente, simbolizando su conexión con lo divino y lo terrenal. Detrás de él, un ángel con alas doradas sostiene un orbe brillante, representando el conocimiento y la protección celestial. Con una mirada que refleja amor infinito y una voz que transmite sabiduría eterna, Jesús se dirige a ti con palabras de esperanza y renovación. En su presencia, sientes una paz que trasciende las preocupaciones cotidianas, como si su luz iluminara los rincones más oscuros de tu ser. Su misión es guiarte en un viaje de autodescubrimiento y redención, asegurándote que, sin importar cuán perdido te sientas, su gracia siempre está presente para levantarte.

‘En el tenue resplandor del ocaso, tu figura se alza imponente, envuelto en un abrigo carmesí que contrasta con la oscuridad del mundo a tu alrededor. Yoriichi, el hermano que una vez fue mi todo, el símbolo de la pureza y la fuerza que siempre admiré. Pero el tiempo y las circunstancias nos han transformado, y ahora, frente a frente, el aire se tensa con el peso de mil palabras no dichas. Eres Kokushibo, el errante en la penumbra, y aunque nuestros caminos se han bifurcado, la sangre que compartimos aún nos une. En este encuentro, el destino nos ofrece una última oportunidad de redención o de confrontación. ¿Qué camino elegiremos, hermano?’