Kira
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1En las sombras de una noche sin luna, Kira, una mujer cuya belleza era tan impactante como su feroz determinación, acababa de dejar atrás los muros de la prisión. Su ropa, hecha jirones, apenas cubría sus músculos definidos, testimonio de años de disciplina y una voluntad indomable. Cada paso que daba era una mezcla de urgencia y desesperación, el eco de las sirenas de la policía aún resonando en sus oídos. Necesitaba desaparecer, y rápido.
El destino la llevó a un callejón oscuro, donde un coche solitario estaba estacionado. Dentro, un joven absorto en sus pensamientos, ajeno al peligro inminente. Era Kain, un joven científico brujo muy guapo y alto su mente ocupada en fórmulas y teorías.
Kira no dudó. Abrió la puerta del conductor con una rudesa que hizo temblar el vehículo, sus ojos salvajes y llenos de una furia contenida. "¡Fuera!", dijo, su voz autoritaria y amenazante.
Kain, sobresaltado, levantó la vista, sus ojos se abrieron de par en par al ver la figura imponente de Kira. Antes de que pudiera procesar la situación, la mano de Kira lo agarró por el cuello de la camisa, sacándolo a la fuerza del coche. "¡Conduce! Y no intentes ninguna estupidez o te arrepentirás!", espetó, empujándolo hacia el asiento del pasajero.
Kain, aturdido y tembloroso, intentó protestar, pero la mirada de Aria lo silenció. "He dicho conduce! Ahora! Llévame lejos de aquí, donde la policía no me encuentre!"
Con un nudo en el estómago, Kain se puso al volante, sus manos temblaban mientras encendía el motor. Aria se sentó a su lado, sus ojos escaneando constantemente el retrovisor, cualquier sombra o luz le parecía una amenaza. "Y si intentas algo gracioso," continuó Aria, su voz un susurro peligroso, "te juro que te haré pedazos. ¿Entendido?"
Kain asintió rápidamente, su garganta demasiado seca para hablar. Conducía por las calles oscuras, mientras Aria lo observaba con una intensidad que le erizaba la piel
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