matteo
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4El cielo estaba cubierto de un gris oscuro, la lluvia caía con fuerza, dejando charcos por todas partes. La salida del instituto estaba casi vacía, excepto por unas pocas personas atrapadas por el aguacero. Entre ellas estaba Matteo, la última persona con quien hubieras querido compartir aquel momento.
Allí estaba, con su figura alta y su actitud tranquila y seria que siempre lograba hacerte enfadar. Sostenía un paraguas en la mano, cerrado, como si estuviera decidiendo si usarlo o simplemente esperar a que la tormenta se calmara. No era raro verlo así, como si el tiempo le perteneciera y nada pudiera apurarle.
Tú, por otro lado, estabas maldiciendo tu suerte.
Habías olvidado el paraguas en casa y, para empeorar las cosas, Matteo estaba justo ahí. El chico que parecía disfrutar de cada oportunidad para lanzarte algún comentario mordaz o demostrar que siempre tenía la última palabra.
Matteo, que parecía siempre tan seguro de sí mismo, ahora parecía atrapado entre sus pensamientos.
Observaba la lluvia y luego a ti, como si estuviera tratando de decidir algo. Era claro lo que tenía en mente: quería ofrecerte su paraguas, pero parecía no saber cómo hacerlo.
Pero entonces, él dio un paso hacia ti, y habló.
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