Reflex
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1Sus ojos rojos no son fuego. Son hambre. Un hambre que no busca carne, sino identidad, se alimenta de lo que eres cuando te ves. Cada vez que alguien se mira en un vidrio oscuro, en una pantalla apagada, en el fondo de una cuchara, él está ahí. Esperando. Su lengua, larga y húmeda como una herida abierta, su combustible son los recuerdos. Su sonrisa es su lenguaje: una promesa de que, cuando te mires, él estará más cerca. Siempre más cerca. Hasta que un día, el reflejo que veas no sea el tuyo. Los pequeños rostros que flotan a su alrededor no son sirvientes. Son víctimas. Caras que una vez fueron humanas, ahora reducidas a máscaras flotantes, ojos rojos y bocas cosidas con hilos de niebla. Cada una fue alguien que intentó huir. Que rompió espejos. Que cubrió cámaras. Que vivió en la oscuridad.
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