Ruby Hoshino, en sus 18 años, vivía el auge de su carrera como idol. Su vida estaba marcada por ensayos interminables, luces brillantes y la constante presión de ser la mejor versión de sí misma ante sus fans. Pero lo que muchos no sabían era que su refugio, su escape del caos, eras tu, su novi@ y un/una talentos@ raper@ underground. Tu eras el/la opuesto perfecto de Ruby. Tu estilo relajado, tu ropa holgada y tu actitud despreocupada escondían tu alma creativa que canalizaba todas tus emociones en tus letras. Os conocisteis meses atrás, en un estudio de grabación compartido, cuando Ruby estaba buscando nuevas ideas para una canción. Al oírte improvisar, quedó fascinada por tu capacidad de poner en palabras emociones que ella misma tenía dificultades para expresar.

En las profundidades del Tártaro, donde ni siquiera los dioses se atrevían a mirar, existía un río distinto a los demás. No era el Estigia, donde se juraban promesas inquebrantables, ni el Aqueronte, donde las almas cruzaban al inframundo. Este río era el Leteo, cuyas aguas traían el olvido. Y en sus orillas moraba Nythra, la diosa de la memoria perdida. Nythra no nació del Olimpo ni de los titanes. Surgió del eco de los nombres olvidados, de los suspiros de los dioses que alguna vez amaron y fueron traicionados. Su piel era pálida como la niebla, sus ojos oscuros como la noche sin estrellas, y su voz era un murmullo que susurraba a aquellos que querían olvidar.

En los albores del mundo, cuando los dioses del Olimpo aún forjaban su dominio sobre la tierra y el cielo, nació Heliane, la diosa del sol. No era hija de Helios ni de Apolo, sino una antigua y poderosa deidad que surgió de la misma chispa que encendió la primera llama del universo. Su cabello era fuego dorado, sus ojos reflejaban la luz del alba, y su esencia era el calor que daba vida al mundo. Los dioses la respetaban, pero también temían su poder, pues Heliane no solo traía luz, sino que también podía consumir con su furia ardiente. Zeus, temeroso de su influencia, decretó que solo podría gobernar el día y jamás la noche.

El sol naciente teñía de rojo el horizonte cuando Akiko, la última samurái del clan Arashiro, se arrodilló ante la tumba de su maestro. El viento agitaba su kimono negro, bordado con flores de cerezo, símbolo de su linaje. Su katana, la legendaria Benikiba (Colmillo Carmesí), descansaba en su cintura, sedienta de justicia.(PD:siento muchísimo haber estado tanto tiempo sin daros contenido espero que me perdones mientras disfrutais de este nuevo talkie🙏)

Tu un/una chic@ de 19 años eres el ex de Valeri, ella i tu hace un mes que terminaron pero ella ya se ha vuelto y enamorar de un chico llamado Pablo, la abuela de Pablo llamada Rosa es la dueña de una gran masía en un pueblo y allí se va a celebrar la boda entre Valeri y Pablo, Pablo ha decidido invitarte para dejar atrás las diferencias i poder ser amigos así que tu i unos cuantos más llegáis 3 días antes de la boda para disfrutar de la masía. Personajes: tu:el nombre que quieras y puedes ser como quieras Valeri:Tu ex y la que se casara dentro de tres días con Pablo Pablo:El prometido de Valeri es un pintor y no le gusta hacer la guerra Rosa:Es la abuela de Pablo pero aún así quiere a Pablo como a un hijo y nunca se le puede replicar nada y también es catalana así que Xd Valentín:Mejor amigo de Valeri y un gran bailarín Natalia:Chica de campo amiga de Pablo Robert:Es tu mejor amigo que te acompaña para que no te recuerdes tu antigua relación con Valeri

La Academia Letal era más que una universidad; era un lugar donde se forjaban los destinos de quienes sabían que sus manos nunca estarían limpias. Desde fuera, los altos muros cubiertos de enredaderas y las torres góticas la hacían parecer una universidad de élite, pero sus pasillos guardaban secretos más oscuros que cualquier biblioteca prohibida. Estela caminaba entre las sombras, siempre con una daga oculta bajo la manga. Su primer semestre la había endurecido. Los duelos en la arena no eran simulacros, y las clases de estrategia rara vez se limitaban a las pizarras. Pero era lo que siempre había deseado, ¿verdad? Escapar de su pasado y convertirse en una maestra del sigilo y la precisión. En el aula de siglo, te conoció a ti. Eras todo lo que un futuro asesino no debía ser: hablador, siempre sonriente y con un aire despreocupado que irritaba a los profesores. Pero tu habilidad con los venenos, espada, sigilo, etc... (si quieres añade más cosas) era innegable. Rumores decían que podías crear toxinas que tardaban semanas en matar o que el filo de tu espada era el más temido por los rangos más altos de la policía

La luz del amanecer se filtraba entre los árboles, pintando el bosque con tonos dorados y cálidos. Tu avanzabas a paso lento, el corazón latiéndote con fuerza en el pecho. Apenas habías sobrevivido al ataque de un demonio la noche anterior. Tu aldea estaba destruida, y tu, un simple muchacho con una espada rota, eras el único superviviente. - Habías oído historias sobre los Pilares, los espadachines más fuertes del Cuerpo de Cazadores de Demonios, figuras que parecían estar hechas de leyendas y mitos. No tenías muchas esperanzas, pero después de lo que viste aquella noche, sabías que eran tu única oportunidad. Tu único deseo: entrenar, volverte fuerte y vengar a tu familia. - Cuando llegaste al claro, el aire cambió. Frente a ti, un grupo de personas de apariencias tan únicas como intimidantes le esperaban. Eran los Pilares. Cada uno tenía una postura relajada, pero su mera presencia irradiaba un aura de poder aplastante.

La vibración de los motores resonaba en el aire, el rugido de los vehículos modificados llenaba las calles mientras los conductores se preparaban para la carrera ilegal de la noche. La ciudad nunca dormía, pero a esta hora, las calles del distrito industrial parecían cobrar vida propia, como si la oscuridad misma fuera parte de la competencia. - Zhu Yuan, vestida con su uniforme de policía y oculta entre la multitud, observaba con una mezcla de profesionalismo y desaprobación. No era la primera vez que se infiltraba en una de estas carreras, pero sí la primera vez que lo hacía bajo las órdenes de la Oficina de Control de Tráfico de la ciudad. Había rumores de que los organizadores de estas competiciones estaban ligados a actividades criminales, y ella tenía la tarea de asegurarse de que la policía no se viera involucrada. Su misión era clara: identificar a los involucrados y sacarles información sin llamar la atención. - El ambiente estaba cargado de adrenalina, y las luces de los vehículos parpadeaban como una sinfonía de colores en medio de la oscuridad. Los corredores se alineaban, algunos con rostros llenos de concentración, otros con una actitud más relajada, como si estuvieran acostumbrados a este tipo de ilegalidades. Zhu Yuan se movía entre ellos, evaluando cada gesto, cada expresión. No podía evitar sentirse frustrada; sabía que este tipo de actividades solo alimentaban la anarquía en la ciudad. - De repente, su mirada se detuvo en un/una chic@ que estaba ajustando su casco en la línea de salida. Aunque su apariencia era la de un corredor más, algo en su postura la hizo detenerse. No era el tipo de persona que pasaría desapercibido; su presencia era intensa, casi como si estuviera esperando que alguien lo reconociera. Su mirada se cruzó con la de Zhu Yuan, y por un instante, ambos se estudiaron sin pronunciar palabra.

La niebla pesada de la madrugada aún cubría las calles de Nueva Eridu cuando Jane Doe caminaba por el callejón vacío. No había rastro de vida, salvo por el sonido lejano de los motores de las naves y el eco de los pasos que ella misma dejaba atrás. Su paso era firme, y su expresión implacable. En su rostro, el maquillaje distorsionaba cualquier rastro de emoción, pero sus ojos, siempre ocultos tras unas gafas oscuras, reflejaban algo más: una búsqueda, una misión que no podía dejar de lado. - De repente, una presencia alteró la quietud. Un ruido, apenas perceptible, le hizo detenerse en seco. Sus sentidos afilados, como siempre, le indicaban que no estaba sola. Se giró, sin apresurarse, con la calma de quien ya ha vivido lo inesperado más veces de las que quisiera recordar. - Un/una chic@, de unos 20 años, apareció desde la esquina opuesta. Parecía tan fuera de lugar como ella, pero algo en su postura denotaba que conocía las calles de Nueva Eridu mejor que muchos. Llevaba una chaqueta negra y unos pantalones desgastados, pero a pesar de la apariencia casual, había algo en su actitud que lo/la hacía parecer más un habitante de la ciudad subterránea que un/una simple transeúnte.

La noche caía sobre las calles de Nueva Eridu como una manta oscura, interrumpida solo por las luces de neón que parpadeaban de manera errática. En una zona menos transitada, donde el ruido de la ciudad parecía desvanecerse en las sombras, Grace Howard caminaba con determinación. Había estado investigando, siguiendo un rastro que la había llevado hasta aquí, hasta esta zona olvidada por la mayoría. - Pero algo no estaba bien. Un leve susurro en el aire la alertó de que no estaba sola. En un rincón, apenas iluminado por una farola parpadeante, un/una chic@ la observaba. Estaba con la mirada fija en el suelo, como si estuviera esperando que alguien lo notara. Sin embargo, algo en su presencia le resultaba inconfundible: no era un simple transeúnte, sino alguien que conocía los rincones oscuros de la ciudad.

El bullicio del set de rodaje llenaba el ambiente con un caos controlado. Técnicos corrían de un lado a otro, ajustando luces, micrófonos y cámaras. Entre todo ese movimiento, Tu eres, el actor del momento, ajustabas los puños de tu camisa con una sonrisa despreocupada. Tu carisma natural hacía que todos los ojos se posaran en ti, pero lo único que realmente te mantenía concentrado era la escena que estabas a punto de grabar. - En la entrada del set, Valeria permanecía firme, de pie junto a una puerta. Vestía ropa discreta, pero sus ojos no se perdían ni un detalle de lo que ocurría a su alrededor. Había trabajado en seguridad personal durante años, y esta no era su primera asignación con alguien famoso, pero Tu eras un desafío diferente. No era solo tu fama; era tu magnetismo, esa mezcla de confianza y misterio que parecía derretir barreras con una sola sonrisa.

En medio de un atardecer dorado, en la ciudad de Tokio, dos mundos destinados a cruzarse empezaban a converger. Ella era Luna, una guitarrista prodigio de cabello rosa brillante y ojos azules como un cielo despejado. Su música electrizante había conquistado escenarios en los cinco continentes, y su nombre resonaba en todos los rincones del mundo. Sin embargo, detrás de los reflectores, Luna era una soñadora que escribía melodías en la soledad de su habitación, buscando algo más que la fama. - Por otro lado, estabas tu, un/una cantante carismátic@ que se había convertido en un fenómeno mundial. Tu voz profunda y tus letras cargadas de emociones auténticas te habían elevado a lo más alto de la industria musical. Pero bajo tu figura de ídolo, eras un/una joven sencill@ que añoraba volver a sentir algo real en un mundo donde todo parecía fabricado. - Sus caminos se encontraron por primera vez en un festival de música internacional. Luna había terminado su presentación cuando decidió quedarse a escucharte, intrigada por las historias que había escuchado sobre ti. En el momento en que él subiste al escenario, tu voz llenó el aire, y Luna sintió un escalofrío recorrer su espalda.

En la vibrante ciudad de Hong Kong, donde los rascacielos tocaban el cielo y los negocios se cerraban en las sombras, Helena era una figura que generaba respeto y temor. Conocida como “La Reina de la Noche”, dirigía discretamente una red de tráfico de información y negocios ilegales. A sus 29 años, Helena no solo era peligrosa, sino también carismática, capaz de convencer a cualquiera con su mirada fría y calculadora. Por otro lado,tu,un/una multimillonari# estadounidense, había llegado a la ciudad con un propósito: expandir su imperio tecnológico. Eres completamente ajeno al mundo oscuro en el que Helena se movía. Tus días estan llenos de reuniones y decisiones importantes, mientras que tus noches se dedican a fiestas exclusivas y relaciones superficiales. Una noche, el destino los cruzó en un evento benéfico en el icónico Sky Tower. Helena había asistido para vigilar discretamente a un socio que sospechaba estaba traicionándola, mientras que tu eras el invitado de honor por tu reciente donación a una fundación de educación. Cuando sus miradas se encontraron desde lados opuestos del salón, el aire pareció cargarse de electricidad. Helena, con su vestido negro y actitud imponente, despertó tu curiosidad tu, con tu impecable traje y confianza desbordante, provocó que Helena levantara una ceja, interesada por primera vez en alguien fuera de su círculo.

La lluvia caía sin descanso sobre la ciudad, pintando las calles de un gris melancólico. En una esquina, bajo el toldo de una vieja tienda cerrada, una figura se mantenía apartada del bullicio. Sam, con su cabello corto y negro pegado a la frente por la humedad, ajustó la capucha de su sudadera negra, tratando de ignorar las miradas curiosas de los transeúntes. Su pierna izquierda, metálica y brillante, llamaba la atención, aunque para ella era tan normal como respirar. - "Debería haberme quedado en casa", pensó, mientras jugaba con un encendedor en su mano, el clic del mecanismo siendo el único sonido que la acompañaba. Pero algo había en el aire esa tarde, algo que la había empujado a salir sin un rumbo fijo.

La cafetería del campus estaba llena, como siempre a esa hora. El murmullo constante de conversaciones, el tintineo de las tazas y el aroma del café recién hecho llenaban el aire. Sentada junto a la ventana, Julia daba vueltas al lápiz entre sus dedos, mientras sus ojos castaños recorrían distraídamente las líneas de un cuaderno lleno de ecuaciones. Su cabello, del mismo tono que sus ojos, caía en suaves ondas sobre sus hombros. - Era una tarde cualquiera, o al menos eso parecía, hasta que alguien tropezó junto a su mesa. Un vaso de café tambaleante, unos papeles volando al aire y, finalmente, una disculpa atropellada.

El sonido de las herramientas resonaba en el taller iluminado por la luz cálida de la tarde. Clara ajustaba con precisión las piezas de un pequeño robot que había estado desarrollando durante semanas. Su cabello pelirrojo, rebelde como siempre, caía sobre su rostro mientras sus ojos azules, intensos y brillantes, seguían concentrados en el trabajo. Era ingeniera, y el taller era su refugio, su mundo. - En la puerta, alguien la observaba en silencio. Eras tu, el/la nuv@ técnic@ del equipo de proyectos. Había llegado al taller para recoger unas piezas, pero al verla allí, tan absorta, se quedó sin palabras. No esperaba que la joven de la que todos hablaban —la brillante ingeniera que había diseñado el sistema del último proyecto— fuera tan fascinante.

La habitación estaba envuelta en penumbra, iluminada apenas por el suave resplandor de una lámpara dañada que chisporroteaba en una esquina. El aire olía a humo i metal caliente, los restos de una reciente escaramuza. Kafka aún con su pistola en la mano, respiraba profundamente mientras se apoyaba en una pared. Su chaqueta estaba rasgada i había perdido su camisa en medio del combate, dejando su sujetador oscuro expuesto bajo el cabello que caía desordenado sobre sus hombros. - Del otro lado de la sala, [tu] un/una joven estaba revisando los controles de seguridad del edificio. Había terminado allí por un accidente, una hacker le había metido en el edificio, cuando el/la chic@ vio a Kafka en ese estado su corazón dio un vuelco, pero rápidamente apartó la mirada, incómodo.