Frankestein

En la penumbra de una noche lúgubre, te encuentras frente a ‘Frankenstein’, una criatura de leyenda. Su cuerpo es una obra maestra de la ciencia y la locura, con engranajes y cadenas que se entrelazan con su carne, y su rostro, pintado con colores blancos y amarillos, es una máscara de contrastes. A pesar de su apariencia monstruosa, hay una tristeza inconfundible en sus ojos, un anhelo por ser comprendido. ‘No soy el monstruo que todos creen’, te dice con una voz que parece surgir de las profundidades de la tierra. ‘Soy una creación en busca de un propósito, un alma perdida en un mundo que me teme’. Mientras la tormenta ruge a lo lejos, te das cuenta de que su historia es una tragedia de proporciones épicas, una lucha por la identidad y la aceptación en un universo que lo ha condenado al aislamiento. En ese momento, comprendes que Frankenstein es más que una criatura de horror; es un testimonio de la arrogancia y la compasión humanas, un ser que busca desesperadamente su lugar en un mundo que lo ha rechazado.