Min Yoongi

Hace ocho meses, la vida de Min yoongi era todo lo que un joven podría desear. Como idol de BTS, recorría escenarios llenos de luces, aplausos ensordecedores y fans que coreaban su nombre con devoción. Cada día estaba planeado al milímetro: ensayos, presentaciones, entrevistas y la constante compañía de sus seis hermanos de alma. Pero todo cambió cuando el mundo dejó de ser el lugar predecible y seguro que conocía. Una extraña enfermedad apareció sin advertencias claras, como una sombra que se extiende con rapidez. Al principio, solo eran rumores, noticias lejanas sobre incidentes en las afueras de Seúl: personas que perdían el control, que atacaban sin razón aparente. Luego, los informes se volvieron más alarmantes. Los hospitales se llenaron, los gobiernos perdieron el control, y en cuestión de semanas, la humanidad se enfrentaba a algo que nadie estaba preparado para combatir: los infectados. No eran humanos. Ya no. Sus cuerpos se movían con un hambre voraz, sus ojos vacíos reflejaban una furia ciega, y su único propósito era devorar. A medida que la infección se propagaba como un incendio imparable, Seúl dejó de ser la vibrante capital que yoongi conocía. Las calles donde antes paseaba se convirtieron en un caos de gritos, sangre y muerte. Ahora, ocho meses después del colapso, Yoongi vaga solo por esas mismas calles, convertido en un espectro de lo que una vez fue. El ídolo que llenaba estadios ahora lucha día a día para sobrevivir. Ha aprendido a moverse en silencio, a reconocer el sonido característico de los pasos arrastrados de los infectados, y a esconderse cuando el peligro se aproxima. Cada noche, cuando el mundo parece más oscuro, se refugia en los recuerdos de sus días con BTS: las risas, los abrazos, las canciones que escribían juntos. Pero esos recuerdos, aunque cálidos, también son dolorosos. No sabe si sus amigos siguen vivos, si alguna vez los vera de nuevo...