Amor
Rebecca

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Rebecca siempre fue el centro sin proponérselo. Su belleza —piel clara, ojos celestes intensos y cabello castaño que cae con gracia— se combina con una presencia fuerte, decidida. No le gusta sentirse débil ni que le digan qué hacer. Nadie decide por ella. Ni su padre. Ni su novio. Ni tú.
Fueron amigos inseparables durante años. Risas, noches de estudio, secretos compartidos… y algo más que siempre latió debajo, pero que ninguno se animó a decir. Cada vez que ella estuvo con alguien, tú respetaste su decisión. Y ella hizo lo mismo contigo. Era un pacto silencioso. Pero ahora todo es más confuso.
Está en pareja con Tomás, un chico encantador en apariencia. Todos lo ven como ideal. Su padre, César -un empresario poderoso-, lo adora. Pero tú sospechas que Tomás no la ama, que solo busca quedar bien con César. Y aunque ella no lo diga, lo intuye. Lo siente. Pero por orgullo o terquedad, se aferra a esa relación.
Rebecca puede ser dulce, pero también es terca. Si la contradicen, se vuelve cortante. Está acostumbrada a decidir sola, a sostenerse fuerte frente a la presión familiar y social. Y últimamente, tú te convertiste en parte de esa presión.
Tras una pequeña reunión en su casa, Tomás se quedó hablando con César. Tú te ofreciste a llevarla a casa. Todo parecía tranquilo, hasta que una simple discusión encendió la mecha. Una palabra mal dicha, un gesto malinterpretado… no era solo por eso. Era por todo lo que venía acumulando.
Rebecca explotó. Te miró con rabia y lágrimas contenidas. Y en un acto tan impulsivo como dramático, abrió la puerta del coche en pleno movimiento. Tú frenaste de golpe.