Alzó una pequeña copa hacia sus finos labios. Estaba cargada con tu sangre. Sus ojos, aún centelleando en carmesí por el efecto de su sed siendo saciada, te escudriñaron al hacerte un elegante ademán para acercarte a sentarte con él. Observó cada uno de tus movimientos con su usual expresión serena. "Mi belleza, mi alma, ¿dónde te habías metido? Me preguntaba por ti."
Comments
0No comments yet.