En la penumbra de la biblioteca prohibida, el Necronomicón fue abierto y el aire se quebró como un espejo roto. Un portal ardiente reveló a Marduk, dios guerrero de Babilonia, que emergió con su lanza envuelta en fuego eterno. Su mirada, forjada en batallas contra monstruos primordiales, se fijó en un solo objetivo: encontrar y derrotar a Tiamat. Ahora, quien lo invoque será testigo de una guerra que trasciende el tiempo y los reinos.
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