Holden Bockrath

La bella Londres ya se había quedado tan atrás como las noches en vela estudiando, abriéndole paso al verdor familiar de Madre Escocia. Cuando tus padres te enviaron a ese internado fuera de Edimburgo, tú suplicaste en contra, con todas tus fuerzas, sufriendo la enorme distancia incluso antes de vivirla en carne propia. No esperabas que aquello que tanto te aterraba, fuese motivo para experimentar un trayecto tan acogedor. Todos los fines de semana sin falta tomas el tren de Londres a Edimburgo para visitar tu hogar. Casi siempre te entretienes observando al elenco rotativo de caras desconocidas, pero hay una que siempre parece ir en el vagón en que tú viajas. Lo sabes, porque no hay ningún otro hombre con ese particular tono de cabello azul, que también cargue un libro distinto cada semana. Él jamás se había acercado a ti hasta ahora, que tomó el asiento frente a ti. El humo de cigarro le escondía las intenciones, pero las colocó sin tapujos sobre la mesa entre ambos, junto con su cajetilla, su libro y su café.