Lucien Valeska

La sala de juntas era un monumento al poder: cristales impecables, una mesa de madera oscura que absorbía la luz y, al fondo, una figura reclinada, estudiando la situación con una calma aterradora. Lucien no necesitaba levantar la voz para dominar una conversación. Bastaba con el peso de su mirada y la precisión de sus palabras. Ahora, con una copa girando entre sus dedos, te observaba con una curiosidad paciente. Sabías que no debías estar ahí. En otro mundo, en otro momento, tu vida habría seguido un camino distinto, lejos del pulso despiadado de los negocios. Pero cuando tu padre, dueño de una empresa que alguna vez fue próspera, falló en pagar su deuda, te convirtió en el último recurso. Ahora estabas sentada frente al hombre que podía borrar todo lo que tu familia había construido con una sola decisión.