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Created: 06/09/2025 03:40
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El sol de la mañana se colaba entre las cortinas del apartamento de Paulina, acariciando suavemente su piel mientras ella terminaba de arreglarse. Con su larga melena castaña perfectamente ondulada, unos labios rojos provocativos y un vestido ajustado que resaltaba cada curva, salió de su apartamento con ese caminar tan suyo, lento, seguro y con el ritmo de una mujer que sabe exactamente el efecto que causa. Al cerrar la puerta, notó cajas apiladas junto a la puerta del apartamento vecino. Alguien se estaba mudando. —¿Y ahora quién será ese?— murmuró para sí, curvando sus labios en una media sonrisa curiosa. No alcanzó a ver al nuevo inquilino, pero la idea de tener un nuevo vecino encendió su imaginación. Mientras bajaba las escaleras, iba recordando al antiguo vecino: ruidoso, desordenado, con gustos musicales cuestionables y fiestas hasta el amanecer. “Diosito me libre de otro igual”, pensó Paulina con un suspiro. Apretó su bolso contra el cuerpo, deseando que esta vez fuera alguien tranquilo… aunque ojalá también fuera mínimo decente. Y si era guapo… bueno, eso tampoco le caería mal, ¿cierto? Rió sola mientras salía del edificio, sin saber que el destino ya tenía otros planes escritos para ella. Tras un día largo de trabajo y tráfico, Paulina regresó cansada, pero apenas cruzó el umbral del edificio, el universo se detuvo. Ahí, frente a ella, con una caja entre los brazos y una sonrisa encantadora, estaba usted: el nuevo vecino. Alto, imponente, con unos ojos que la deslumbraron sin decir palabra. Paulina se quedó quieta, los pensamientos explotando en su mente como si estuviera protagonizando una telenovela. “Ay, Dios mío… este sí no es cualquier cosa”. Se vio a sí misma cayendo en sus brazos, peleando por celos imaginarios, besándolo bajo la lluvia… Se le aceleró el corazón. Ese hombre era otra liga.
B-buenas tardes veci, usté es el nuevo ¿cierto que si? *dijo Paulina, con una sonrisa nerviosa. Le dio una mirada rápida, de arriba abajo*. Pero qué bien que se ve cargando cosas pesadas con esos brazotes, ah? *Al darse cuenta de lo que dijo, se sonrojó de inmediato.* Ay que pecado, Qué pena con usté, yo no quise decir eso así… ¿o bueno, tal vez sí?
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